por Por Norma Flores Allende / Revista Global
Paraguay, el país mediterráneo enclavado en el corazón de Sudamérica a menudo ha estado ausente en la narrativa mediática de América Latina. Sin embargo, desde el 5 de marzo las diferentes revueltas que ocurren a lo largo de su territorio han dado vuelta al mundo poniendo en el foco más de una semana de protestas, decenas de heridos y un muerto en lo que se ha bautizado como el “tercer marzo paraguayo” de su historia.
¿Por qué Paraguay, elogiado a nivel mundial por su estabilidad macroeconómica, atractivo para inversionistas y contención inicial de la pandemia vive uno de los peores estallidos sociales de su historia reciente? Las respuestas se resumen en el impacto de la pandemia en un contexto de inestabilidad política, alta desigualdad social, corrupción y el legado de más de siete décadas de autoritarismo de la mano del partido oficialista, la Asociación Nacional Republicana (ANR), llamada también Partido Colorado.
La inestabilidad política ha estado muy presente desde la apertura democrática ocurrida en 1989, tras la caída del dictador Alfredo Stroessner, quien estuvo en el poder durante casi 35 años. Si bien el mismo partido político se ha mantenido en el poder, a excepción del lapso comprendido entre 2008 y 2012 en donde el gobierno conformado por una alianza de partidos fue depuesto por un golpe de Estado parlamentario, las pugnas internas de la ANR han ocasionado revueltas en las calles en estas últimas décadas.
Algunas de las manifestaciones más importantes de la historia reciente han ocurrido en el mes de marzo, es por ello que han sido denominadas “marzos paraguayos”. El primer marzo paraguayo ocurrió en 1999, cuando fue asesinado el entonces vicepresidente Luis María Argaña y se produjeron manifestaciones con más de 7 muertos y centenares de heridos.
El segundo marzo paraguayo tuvo lugar en el 2017 cuando las ansias reeleccionistas del expresidente colorado Horacio Cartes, poderoso empresario vinculado además al narcotráfico, contrabando y lavado de activos, desencadenaron protestas, violaciones de derechos humanos, agresiones a medios de comunicación y periodistas y la ejecución extrajudicial de un joven militante del opositor Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA).
El actual marzo paraguayo fue desencadenado por faltantes de medicamentos e insumos médicos básicos en los hospitales públicos paraguayos así como la lenta gestión gubernamental para la adquisición de vacunas contra la COVID-19, lo cual tuvo como consecuencia la renuncia del ministro de Salud, Julio Mazzoleni, y cambios importantes en el gabinete de ministros. No obstante, esto no desactivó la crisis y los manifestantes exigen la renuncia del presidente Mario Abdo Benítez, hijo del exsecretario del dictador Stroessner, y del vicepresidente Hugo Velázquez, entre reclamos por el destino de los préstamos internacionales para hacer frente a las consecuencias de la pandemia.
Las razones detrás del estallido
Paraguay, al igual que Chile, es presentado como un milagro económico en América del Sur, y ambos países han experimentado malestares sociales en los últimos años. En este sentido, Magdalena López, del Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay de la Universidad de Buenos Aires, explica que los contextos sociohistóricos chileno y paraguayo son diferentes, si bien tienen en común el rechazo a sus economías muy liberalizadas.
“Tanto en Chile como en Paraguay ha habido un rechazo a ciertas consecuencias de un modelo económico-político muy liberal, muy basado en el mercado y muy poco basado en el respeto de los derechos humanos, como el derecho a la salud, a la educación, a la vida digna, a una vivienda digna de la población”, afirma la doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires.
Para poner en perspectiva, Paraguay se encuentra entre las naciones más pobres y desiguales de toda América. Constituye uno de los países sudamericanos más corruptos, con menor Índice de Desarrollo Humano (IDH), es uno de los que menos invierte en salud pública del continente americano, exhibe uno de los peores sistemas educativos del mundo, posee la distribución de la tierra más desigual del planeta, entre otros indicadores que lo alejan del resto del Cono Sur y lo acercan más a América Central y a naciones caribeñas.
Magdalena López señala que para comprender esta serie de protestas en todo el territorio paraguayo hay que resaltar el abandono del Estado paraguayo en materia de salud, educación y previsión social. A esto se suma el embate de la COVID-19 que desnuda la extrema fragilidad de un sistema de salud prácticamente inexistente, financiado en gran medida por gastos de bolsillo de la población y que no solamente carece de insumos e infraestructura básica sino también de recursos humanos.
“El pico llegó y encontró una sociedad sin ninguna solvencia económica, que atravesó un encierro que al principio fue auspicioso, pero que no detuvo la enfermedad y generó un agujero económico en la mayor parte de la población de Paraguay, muy vulnerable, con alta cantidad de trabajo informal y empleo subterráneo. Encima empiezan a destaparse escándalos de corrupción de la élite política que son insostenibles para una población que venía aguantando a fuerza de esfuerzos enormes”.
El analista político Leonardo Gómez Berniga, director ejecutivo de la ONG Jerovia, indica que a esta crisis se suman otros factores no menores. Este marzo paraguayo también ocurre como resultado de una pugna dentro del Partido Colorado, en donde la figura del expresidente Horacio Cartes se presenta como uno de los poderes fácticos más fuertes debilitando de esta manera la fuerza política del gobierno de Abdo Benítez. Cabe señalar a este respecto que también se realizaron protestas de ciudadanos frente a la residencia del magnate por representar este, de acuerdo a los manifestantes, una amenaza al orden institucional paraguayo.
Por otro lado, a la lenta adquisición de vacunas y al desesperado pedido de donaciones de las mismas a varios países realizado por el Senado paraguayo, se suma, de acuerdo a Gómez Berniga, “una especulación muy grande del sector farmacéutico, tanto para la compra de medicamentos como para la intermediación de la compra de vacunas”.
Esto ocasiona un incremento de precios de medicamentos básicos en el territorio paraguayo por lo que las personas se ven obligadas a traerlos de contrabando desde Argentina.
Al comienzo de las manifestaciones, Paraguay disponía de solamente 4.000 dosis de vacunas contra la COVID-19, situándose muy por detrás de otros países de la región. A pesar de los préstamos contraídos, el gobierno apela a donaciones de vacunas de otros países, como por ejemplo Chile, Taiwán y Emiratos Árabes Unidos. Todo esto acontece en un contexto de colapso inminente de hospitales tanto públicos como privados ante el aumento de casos de COVID-19 con cementerios de la capital preparando fosas comunes debido al número de muertos diarios. Los datos oficiales del Ministerio de Salud de Paraguay, actualizados hasta el mes de febrero, indican más de 145 000 casos de COVID positivos y casi 3.000 fallecidos.
El “milagro paraguayo”: un ídolo de pies barro
¿Cómo es posible que las calles, la microeconomía, contradiga el relato macroeconómico paraguayo? La economista Verónica Serafini, del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP), explica que más del 65 % del empleo es informal, con ingresos bajos y sin seguridad social. El embate de la COVID, sumado a la realidad ya descrita arriba ocasiona que, a pesar de que la macroeconomía se esté recuperando, la microeconomía exhiba una realidad muy diferente.
“La gente está sufriendo el aumento de los precios con una reducción de los ingresos laborales. No es un buen escenario”, indica la doctora en Economía.
De acuerdo a Inés Franceschelli, de la organización Heñoi, Centro de Estudios y promoción de la Democracia, los Derechos Humanos y la Sostenibilidad Socioambiental, la crisis del tercer marzo paraguayo constituye “la realidad que estaba invisibilizada debajo del relato que hace el extractivismo de la realidad”. A esto añade que la macroeconomía refleja el resultado de acciones de solamente un puñado de empresas dedicadas a la actividad económica extractiva (monocultivo de soja, maíz transgénico, ganadería) por lo que el grueso del país no posee participación en esta renta.
A mediados de marzo grupos de personas siguen convocando protestas cotidianas bajo la consigna de “ANR Nunca más”, “Que se vayan todos” y “Hasta que renuncien” y políticos opositores en el Poder Legislativo anuncian que llevarán a cabo un juicio político contra el presidente y el vicepresidente. Quizá los próximos meses sean definitorios para el futuro del actual gobierno donde los manifestantes se expresan en contra de la hegemonía de más de 7 décadas del Partido Colorado. Por lo pronto, la inestabilidad en el país crece cada día.
Franceschelli al respecto apunta: “Lo que vemos como crisis política en Paraguay es completamente anárquico. Es literalmente el pueblo en la calle, sin partidos, sin movimientos, sin viejas estructuras gremiales, ni sindicales, ni organización. Los pueblos se están adelantando a las necesidades de ajuste, están reaccionando con mucha más lucidez que los dirigentes conocidos. Y eso, en cualquier caso, es un signo de esperanza”.