(MADRID, ESPAÑA, 22/1/2021, KAIRÓS NEWS / Agencias). — Según la investigación, titulada «Informe sobre los abusos cometidos por religiosos jesuitas en las provincias españolas» (el cual puede leer aquí en forma completa), en los últimos 93 años, 118 personas han sido víctimas de abusos, de las cuales 81 eran menores En total, de los 65 jesuitas que han sido acusados por abusar de niños, 48 han fallecido y 17 siguen vivos, aunque están apartados del contacto de menores a la espera de resolución de procesos canónicos o civiles (13) o sencillamente ya no pertenecen a la Compañía de Jesús (4).
Otros 31 sacerdotes están acusados de abusar de personas adultas. Entre unos y otros, suman 87 religiosos, es decir, el 1,08 por ciento de los 8.782 jesuitas que hay en la Compañía de Jesús (tomando como referencia los que entraron desde 1927).


Aunque en la extensa investigación se puede ver el número de abusos por década, desde el año 2000 la orden religiosa dice que tiene constancia solo de seis casos por parte de jesuitas vivos y cuatro fallecidos. En cuanto al lugar donde se produjeron los abusos a menores, la mayoría tuvieron lugar en el recinto escolar (41%).
Según lo que informa el diario El País que es el medio que ha seguido con rigor el tema de abusos en este país, «la inmensa mayoría de estos casos, registrados en colegios, no eran conocidos hasta ahora y por eso es un dato llamado a reventar las escasas estadísticas conocidas sobre los abusos de menores en la Iglesia católica española. La contabilidad que lleva a cabo este periódico, ante la ausencia de datos oficiales y la negativa de diócesis y órdenes a investigar el fenómeno, señala hasta el momento 123 casos desde 1986, con casi 400 víctimas. Son cifras extraídas de procedimientos judiciales y hemerotecas. De ellos, solo ocho casos involucraban a jesuitas, y si ahora solamente esta orden admite de golpe 81 víctimas, queda en evidencia que el recuento conocido apenas refleja una parte de la realidad del escándalo, a la espera de que la Conferencia Episcopal Española (CEE), las diócesis y las órdenes religiosas acometan una investigación interna similar».
Los jesuitas españoles dieron un dato esencial de contexto: sus 96 acusados suponen un 1,08% de los 8.782 jesuitas que han pasado por la congregación desde 1927. Si se extrapolara ese dato a otras congregaciones y a la Iglesia española en casi un siglo los datos se dispararían. El único estudio publicado en España en 1996, de Félix López Sánchez y editado por el Ministerio de Asuntos Sociales, estima que el 4,17% de los sacerdotes y religiosos podrían ser responsables de abusos, en línea con las estadísticas de Estados Unidos y otros países. Los propios jesuitas, que admiten que es “un estudio limitado”, aseguran que no saben cuántos de todos estos casos son nuevos, no publicados antes en los medios. Tan solo indican que los casos de 13 acusados no constaban en sus archivos y han aparecido en la investigación gracias a testimonios de víctimas. Se trata de siete jesuitas vivos y seis fallecidos.


Durante la presentación de estos datos, el superior provincial de los Jesuitas, sacerdote Antonio España, sentenció que «el mal sistémico de la Iglesia», es «el mal de los abusos», siguiendo a Hans Zöllner, jesuita alemán que preside el Centro para la Protección de los Menores de la Universidad Gregoriana y uno de los mayores expertos en protección de menores y prevención de abuso sexual de la Iglesia.
España pidió perdón a las personas, a sus familias y a la sociedad en general por los delitos cometidos. «Nos llena de dolor, vergüenza y pesar. Queremos aprender a pedir perdón a las víctimas y a la sociedad por los abusos, por la cultura de silencio, por no afrontar limpiamente los hechos», aseguró el sacerdote, quien justificó la presentación de este informe en la prioridad de la orden por crear «un entorno seguro» en todas sus «obras y tareas». «Y parte fundamental de esto pasa por rendir cuentas por el pasado», añadió.
«Sentimos dolor, vergüenza y pesar por la herida producida a tantas personas, la desconfianza generada y por haber producido abusos dentro de un espacio religioso, que debería ser un lugar de protección. Tenemos un compromiso de claridad y transparencia respecto a la dolorosa vivencia de los abusos y también la voluntad de escuchar el dolor de los que sufrieron abusos, las víctimas nos han indicado el horror que han sufrido», ha ampliado España.
Estudio «Limitado» pero no inútil


Pese al esfuerzo realizado, la propia la Compañía de Jesús admitió este jueves «que se trata de un estudio limitado», ya que la realidad de los abusos se afrontó en el pasado de «manera insuficiente, lo que contribuyó a generar más dolor».
«La falta de sistematización de la información que existía ha sido una dificultad, sin embargo, por honestidad con las personas que han sufrido abusos y la necesidad de clarificar el pasado, nos ha parecido imprescindible afrontar esta investigación», afirmó el sacerdote José María Rodríguez Olaizola, secretario de comunicación de la Compañía de Jesús en España.
El informe «se irá completando con los años» y se realiza bajo la premisa de una necesidad: «dar a conocer los abusos producidos por jesuitas en el pasado», según expresó Rodriguez. La otra parte fundamental del proceso iniciado ahora engloba el perdón: «Hay que rendir cuentas con el pasado, queremos aprender a pedir perdón a las víctimas y a la sociedad por los abusos, por la cultura del silencio, por no afrontar limpiamente los hechos, y queremos tener presentes a las víctimas y no redoblar su dolor, potenciar la cultura del buen trato y que no vuelva a ocurrir»
Lo que no se han ofrecido son nombres de ningún tipo, ni de las víctimas de abusos ni de aquellos que los han cometido ni de los lugares -centros escolares, universidades- donde éstos hubieran sucedido. La Compañía alude que «muchas de las víctimas han pedido explícitamente que no se den datos que puedan conducir a la identificación ni de la víctima ni del agresor». Tratan de evitar que se genere un estigma sobre colegios que aún están en funcionamiento y que se generen dudas generales sobre profesores que siguen en activo. «Queremos evitar la caza de brujas», ha dicho Rodríguez Olaizola.
De los 17 jesuitas denunciados que aún están vivos (sean o no jesuitas en la actualidad) sobre los que recae «alguna denuncia por abusos o conductas impropias», uno fue expulsado y tres abandonaron la Compañía. La acusación más reciente es de 2020 y está siendo investigada aunque se refiere a hechos más antiguos; hay un proceso canónico en curso y dos que acabaron con la suspensión del ejercicio del ministerio del acusado y su reclusión en comunidades aisladas. No hay ningún caso reciente, o conocido en los dos últimos años, que implique a personas que sean menores de edad en la actualidad.
Del resto de casos no llegó a haber ni proceso judicial ni canónico sino medidas canónicas disciplinarias internas y un proceso canónico que concluyó sin que se probara la comisión de los abusos. «Siete de los casos que tenemos han aparecido en los últimos dos años, tiempo en que se ha elaborado el informe. Es decir ha habido víctimas que ante el proceso iniciado se han sentido con posibilidad de hablar», ha detallado Rodríguez Olaizola.
Se informó también que la Compañía ha puesto en marcha un sistema que promueva la prevención en los centros, lo que han llamado Sistema de Entorno Seguro (SES): «un conjunto de actuaciones de sensibilización, intervención y prevención que abarcan, por ejemplo, la elaboración de protocolos y mapas de riesgo, la formación, la adaptación de los espacios físicos o la creación de espacios de escucha a las personas que han sufrido abusos. Se está trabajando también en la elaboración de un protocolo de reparación que permita estudiar caso por caso, ayudar a la sanación e iniciar procesos de justicia restaurativa, cuando sea posible».
Las víctimas ven “ridículas” las cifras
“Se olvidan de que las víctimas no denuncian cuando quieren, solo cuando pueden», afirmaron. Así explicaron que «en 1927 nadie podría denunciar algo así. Valoramos el esfuerzo de los jesuitas en bucear en el pasado, en informar de datos y estadísticas, pero esto debe ser considerado como solo un inicio liviano de algo más: reconocimiento y reparación. Asumir responsabilidades de facto y entablar una vía de comunicación con sus víctimas para depurar culpas y proceder a sanciones e indemnizaciones”, ha declarado Juan Cuatrecasas, presidente de la Asociación.
Subrayó el líder de la organización que es necesario que cuenten con las víctimas y ha tendido su mano para colaborar con la Iglesia “para labrar un presente y futuro de dignidad, reconocimiento y reparación sin olvidar el pasado”.
En conferencia de prensa. señalaron que “aprender a pedir perdón” desde ANIR y otras asociaciones de protección a la infancia y la adolescencia llevamos años ofreciéndonos para completar el círculo del tratamiento de estos delitos sin que nadie desde la iglesia, sus órdenes, congregaciones y Prelatura hayan movido un dedo. Para aprender a pedir perdón es herramienta insalvable contar con las víctimas y sus representantes alejando recelos y desconfianzas, abriendo las ventanas de un modo urgente y sincero y completando las palabras con hechos, voluntad, actitud y ritmo».
Recalcaron que «valoramos el esfuerzo de los jesuitas en bucear en el pasado, en informar de datos y estadísticas temporales pero esto debe ser considerado como un inicio liviano de algo más, reconocimiento y reparación. Asumir responsabilidades de facto y entablar una vía de comunicación con sus víctimas para depurar culpas y proceder a sanciones e indemnizaciones».
«Desde Infancia Robada queremos insistir en una política clara y transparente de luz y taquígrafos. Informes de cómo se está atendiendo a las víctimas, con una monitorización imparcial y externa de las acciones tomadas, control riguroso de los pederastas y acciones de denuncia en la justicia ordinaria. Las comisiones de investigación deben reunir esos mínimos para que las podamos considerar creíbles y efectivas. Lavar la ropa sucia dentro de casa no es el camino correcto».
«Reiteramos una vez más nuestra disposición a colaborar para la prevención y provención en estos terribles delitos contra la infancia y la adolescencia y nos ponemos a la disposición de la iglesia y de todas sus extensiones para labrar un presente y futuro de dignidad, reconocimiento y reparación sin olvidar el pasado. Errar es humano, reconocerlo y actuar en consecuencia es cristiano. Solo escuchando a las víctimas habrá luz en la oscuridad que ahora los jesuitas reconocen, en parte, sufrir».
Como dijo San Ignacio, concluyeron: “’El examen de conciencia es siempre el mejor medio para cuidar bien el alma’. Pero en este caso —precisó la ANIR— el examen de conciencia no puede quedarse solo en palabras. Necesitamos hechos, voluntad, actitud y ritmo. Solo así aportando nuestro conocimiento a la coordinación que la orden de Ignacio de Loyola pide, daremos por mucho más positiva esta rueda de prensa. Para San Ignacio dar lo mejor de uno mismo y compartirlo con los demás era básico. Progresar a través de la cooperación es un aprendizaje tanto para la vida profesional como para lo personal», afirmó la ANIR.